Cuanta menos seguridad tenemos en nosotros mismos, más probable es que estemos llenos de prejuicios”
Clint Eastwood
900.000 horas.
Ese es el tiempo que Starbucks ha conseguido reducir el proceso de conexión de su red para efectuar los cobros con tarjeta y transacciones móviles en 2013, gracias a una estrategia coordinada de transformación digital Y el dinero ahorrado es acorde a la magnitud del número de horas.
Sin embargo lo que se ve desde fuera es cómo ha desarrollado el social media para fidelizar a sus clientes o de cómo ha implementado el mobile marketing (a través de la geolocalización) para que sus ofertas y promociones tengan una mayor conversión. Y ese sería el titular “cool”. Sin embargo el eje principal es ser más competitivos.
La única e incuestionable razón para que las empresas deban enfrentarse a un proceso de transformación digital no es otro que el hecho de que dicha transformación aumenta la productividad y, por tanto, los ingresos.
Puede sonar exagerado hoy, pero a medida que más y más compañías avanzar en ese terreno, el resultado es que no hay futuro sin digitalización. Es una realidad que asumen cada vez más empresarios y que interiorizan todos los que forman parte de una estructura laboral avanzada.
Así lo demuestra la encuesta Embracing Digital Technology: A New Strategic Imperative, realizada por el MIT Sloan Management Review y Capgemini Consulting. Información que nos permite descubrir dos conclusiones:
- La primera (positiva) es que de las casi 1.600 respuestas online (obtenidas de directivos de 106 países) en las que se basa la consulta: el 81% de los encuestados está convencido de que la transformación digital hace a sus compañías más eficaces y productivas.
- La segunda (negativa): la transformación digital es un camino lleno de obstáculos y resistencias, no solo por las complicaciones técnicas, también por inercias, hábitos y desconocimiento.
A través de las respuestas de los encuestados es posible definir las 9 barreras más frecuentes que se deben superar para alcanzar la digitalización efectiva:
- La falta de urgencia por parte de los responsables de las empresas. Reuniones, comisiones, estudios para tomar decisiones… Mientras unos se lo piensan la competencia avanza y te come.
- La falta de visión de quienes deben fijar los objetivos o el nuevo modelo de negocio. ¿Hacia dónde queremos ir? ¿Con qué nuevas herramientas queremos contar? ¿para qué abordamos el cambio?
- Una gestión con escaso compromiso. La transformación digital parte de un plan, pero luego se necesitan recursos para ponerlo en práctica. Y en ese punto, el compromiso demuestra no ser tan sólido como pensábamos.
- Sobran las malas actitudes. La resistencia al cambio es inevitable en las personas. Y cuanto mayores son los gestores y los equipos, más cuesta poner en marcha iniciativas innovadoras. Complicado conseguir que los “más viejos” dejen espacio.
- El lastre de la vieja tecnología. Lo que era útil hace cinco años es una carga hoy. Es difícil desprenderse de lo viejo, porque lo conocemos y porque lo nuevo supone más inversión y desconocimiento, pero no hay otro camino en un mundo tecnológico tan mutable.
- El ritmo del cambio. Toda transformación requiere un tiempo de formación y adaptación. Lo que en un principio puede parecer lento permitirá después aumentar rápidamente la productividad. Aunque eso, además, suele suponer una mayor carga de trabajo que no siempre se lleva bien.
- Las políticas internas. Secciones, negociados, departamentos, equipos… Las empresa tradicional suele convivir con compartimentos estancos que no quieren perder su autonomía o su influencia. El problema para ellos es que la tecnología colectiviza las tareas y refuerza la horizontalidad de la toma de decisiones.
- Falta medir. ¿Cómo se sabe si los nuevos métodos digitales son efectivos y hasta qué punto suponen más beneficios si no se miden sus efectos? Las empresas no suelen contemplar la analítica de datos, única fuente para conocer si los nuevos planes de negocio son los adecuados.
- Faltan incentivos. Las resistencias se superan solo si la gente entiende que la transformación digital beneficiará a todos: una mayor productividad supone más ingresos que pueden repercutir en los salarios. Pero un incentivo también es mejorar los procesos, o que el tiempo de trabajo sea más eficiente y flexible, o que el trabajador logre más autonomía y más capacidad de decisión.
En Territorio creativo hace ya varios años que fuimos conscientes de que el final de nuestra empresa se avecinaba si no apretábamos el paso del cambio. Cambio que era mucho menos urgente hace unos años y que sin embargo ahora es un tsunami en toda regla.
Por el camino hemos fallado muchas veces, hemos acertado algunas y sobre todo hemos descubierto que la rentabilidad está ligada a la transformación digital y a las personas y su motivación. Perdíamos dinero y ahora lo ganamos, pero no sólo eso, hemos sido capaces de atraer el talento y retenerlo en la peor crisis económica conocida, gracias al camino emprendido.
Y tú que estás leyendo estas líneas ¿cómo estás abordando el mayor cambio de los últimos siglos? ¿qué iniciativas ayudas a poner en marcha? ¿cuáles son tus certezas? ¿cuáles son tus miedos?
¿Hablamos?
😉