Corría el año 2007 y España aparecía entre los países donde la palabra “innovación” era repetida con más frecuencia en los medios económicos. Muy por encima del resto de países europeos. La paradoja ocurría cuando se observaba el puesto que ocupaba España en el ranking mundial, de la media para abajo…
Parece que hablar por hablar de innovación es sencillo ¿Por qué es tan difícil andar el camino sin embargo?
El siglo XXI es el siglo de la innovación, sin ningún lugar a dudas. Pero abrazar esa nueva palanca, con la esperanza de que nos proporcione mejores y más profundas ventajas competitivas, es difícil por dos razones:
- Requiere acometer una transformación profunda de las organizaciones, hoy muy ligada al entorno digital.
- Necesitamos contar con líderes que pongan en marcha una cultura de empresa que fomente la exploración cada día nuevas ideas y caminos.
- Tenemos que formar equipos capaces de trabajar para conseguirlo.
Gary Hamel, cofundador de The Management Innovation Exchange y profesor del London Business School, publicaba un artículo en el Harvard Business Review donde exponía los cinco errores más comunes que provocan que los procesos de innovación terminen en fracaso.
Merece la pena hacer algunas reflexiones sobre esos fallos:
- Error 1: no formar a los trabajadores (a todos) para que piensen como innovadores
No vale con nombrar ‘mentes pensantes’ que hagan fluir sus ideas desde un departamento (por ejemplo, I+D) hacia toda la organización. Cada empleado debe formar parte de un engranaje destinado a probar iniciativas y generar propuestas, aunque sea para pequeñas tareas. Y eso se aprende. Hay que enseñar a romper ataduras mentales y abandonar inercias; a pensar diferente sin miedo a fallar en el intento. Eso es la cultura de la innovación.David P. Hanna, en su libro Designing Organizations for High Performance, propone estas herramientas para implantar esa cultura:
– Dar tiempo a los trabajadores para que una parte de sus tareas sea ‘pensar’.
– Ofrecerles las herramientas y la organización para desarrollar su creatividad.
– Reconocer y recompensar sus esfuerzos innovadores.
– Mantener un criterio claro y transparente para aprobar o rechazar ideas.
– Proporcionar a los equipos toda la información sobre la empresa y el mercado para ayudarles a generar propuestas. - Error 2: no definir lo que significa innovación
Xavier Camps, profesor de EADA Business School, dice que se necesita un idioma común dentro de la empresa sobre qué es innovación para clarificar expectativas. No es lo mismo una mejora de un producto que una propuesta inédita en el mercado. Es decir, no es lo mismo un nuevo modelo de coche que solo aporte otro diseño y algún avance técnico que el vehículo autónomo de Google.El problema es que algunas empresas confunden los objetivos y se conforman con las mejoras. Una verdadera innovación supone:
– Ofrecer un producto o un servicio único y que así lo perciban los consumidores.
– Que suponga una ventaja evidente frente a los competidores.
– Que marque el camino a otras innovaciones futuras.Por tanto, hay que fijar objetivos y planificar, a corto y largo plazo, asumiendo que la innovación suele ser un proceso que dura años. ¿Cuáles serán nuestras prioridades? ¿Cómo puedo mejorar mi capacidad para poner en práctica nuevas ideas? ¿Cómo las financiaré?
- Error 3: no medir el grado de innovación
Parece difícil hacerlo con un concepto que parece abstracto, sin embargo algunos indicadores nos muestran el camino. Por ejemplo, la inversión en tiempo (y dinero) que cada empleado y líder dedica a generar ideas y el número de aportaciones valiosas que se consiguen; cuántas llegan al mercado y qué valor económico generan. - Error 4: no contar con líderes adecuados
Los responsables de los equipos tienen que vivir un paso por delante, conocer en profundidad lo que se cuece en el sector, tomar ejemplo de las innovaciones de la competencia y ser valientes para probar lo que nadie ha hecho, arrastrando con ellos a los equipos. En definitiva, provocar entusiasmo por ‘inventar’. - Error 5: no contar con procesos de gestión adaptados al propósito de innovar
¿De qué sirve tener buenas ideas si el departamento financiero no da dinero para ponerlas en marcha? ¿Qué pueden hacer líderes visionarios si sus equipos los forman responsables de recursos humanos que dan más importancia a la experiencia que a la iniciativa? De nuevo hablamos de cultura de empresa. Innovar debe ser un propósito común. Hay que comer, beber y respirar en una atmósfera que invite a crear.
Diferentes puntos de vista que permiten hacerse una idea de por dónde empezar. Pero a mí me gustaría resaltar un aspecto básico sin el que la frustración será permanente, por muchos y buenos esfuerzos que pongamos en marcha:
Innovar, por definición, significa “fallar”
Nos enfrentamos a nuevos productos, servicios, tareas, acciones que no se han hecho nunca. Lo más fácil es que fallen, lo mejor que podemos hacer es fallar pronto, barato y sobre todo, aprender del fallo. Pero sobre todo permitir a las personas al frente de la iniciativia que puedan fallar.
Si sólo sacamos algo negativo porque hemos fallado, estaremos más lejos que nunca de lograr el propósito: ser innovadores.